ALBERTO GARCÍA
Tras romper el hielo y para ir calentando motores respecto a esta segunda tarea a través de Whatsapp, le hemos propuesto a Thea una primera actividad basada en las videoconferencias que hicimos. Le hemos enviado algunas de las frases que dijo en las interacciones que tuvimos, para que las corrigiera. Pensamos que era una buena primera actividad porque era algo reciente y sobre su propia producción oral, por lo que entendimos que le podría parecer motivador.
Tanto a Delia como a mí nos sorprendió la rapidez con la que Thea nos devolvió la solución.
Personalmente me dió hasta vértigo cuando, tras escribir todas las frases a corregir y verlas en la pantalla del móvil no pude evitar pensar en los análisis de errores que estamos haciendo este año, ya sea en la asignatura de Adquisición, de Español en contexto, o ahora mismo en Gramática Pedagógica. Con lo que nos cuesta a nosotros llegar a analizar errores, hacer posibles hipótesis y proponer posibles soluciones, me he puesto en el papel de tener que hacer un análisis de errores de lo que nosotros mismos le hemos planteado y me sitúa en la posición de pensar hasta qué punto todo lo que corregimos, o por lo menos lo que yo corrijo, lo hago desde lo intuitivo y no desde una argumentación gramatical. Y tengo claro que la mayor parte es intuitivo y que si lo tengo que explicar in situ lo sé argumentar a medias. La sensación respecto a la lingüística empieza a ser de tomar conciencia de lo infinito de las posibilidades y la dificultad que ello conlleva.
Para la segunda actividad de esta tarea decidimos enviarle a Thea un audio proponiéndole que nos explicara qué había hecho el fin de semana:
Tras escuchar la respuesta de Thea y ya tras las diversas interacciones que hemos tenido, veo que ella necesita caminar sobre seguro. Le cuesta soltarse sin temor a equivocarse. Ya en la videoconferencia tuve la impresión de que si no controlaba mucho lo que iba a decir respondía con monosílabos o frases cortas. Ahora, con el audio, deduzco, aunque igual me equivoco, que se lo ha preparado de alguna manera, y no se permite salir de los límites que se ha autoimpuesto. Todo ello me lleva a reflexionar acerca del miedo al error o el miedo a hacer el ridículo que nos invade cuando aprendemos un idioma nuevo. ¿Hasta qué punto es buena la autoexigencia de hablar correctamente y cuando empieza a ser un obstáculo más que una ventaja?
Como tercera actividad le propusimos que escribiera una historia a partir de unos emoticonos.
De este ejercicio y su corrección, cuya dinámica vendría a ser parecida a la del primer ejercicio de esta actividad, lo que me ha llevado a reflexión es cómo cada uno de nosotros entendemos los procesos creativos de diferente manera. Delia hizo la propuesta de enviarle emoticonos para que escribiera una historia. A mi me pareció bien, pero nos costó un poco ponernos de acuerdo en el número de emoticonos que le debíamos enviar y cómo los disponíamos porque desde su punto de vista, a menor número de emoticonos (tres, por ejemplo), mayor esfuerzo creativo resultaba para Thea. Mi propuesta era la inversa. Yo partía de que a mayor número de emoticonos y a más diversa disposición de los mismos en la pantalla, era más sugerente y daba pie a más posibilidades y a una necesidad de mayor esfuerzo por ser creativo.