ALBERTO GARCÍA
LA EVALUACIÓN.
La verdad es que no sé qué reflexionar. No sé cómo volcar en un escrito mi reflexión acerca de la evaluación porque no he sabido elaborar un relato que aglutine la información recibida de forma crítica ya que ni siquiera la he asimilado. Respecto a mi idea de evaluación y cómo asociarla con el contenido de la asignatura, lo primero que se me ocurre es pensar en mi cultura de aprendizaje y cómo he sido evaluado en mi experiencia como alumno. El bachillerato lo aprobé casi sin ir a clase y estudiando el último día antes del exámen, así que parto de una formación para nada motivadora en lo que respecta a la evaluación. Casi veinte años más tarde entré en la universidad y en algún caso la evaluación seguía siendo del mismo estilo, pero en general se valoraba más la participación en clase. No soy muy amigo del sistema educativo. Me parece una farsa, en el sentido de que lo veo más como un rito de paso y un trámite de legitimación social de mecanismo complejo, que como un proceso de aprendizaje. Digo esto porque mi idea previa de evaluación viene condicionada por esta apreciación. Solo recuerdo una vez en que la evaluación la sentí como algo no desagradable o no como una losa que te cae encima. Fue en el instituto. Una profesora hacía siempre evaluación contínua y evaluaba el conjunto de trabajitos que hacíamos en clase, por lo que era muy difícil suspender, y cuando ibas al exámen final casi ni tenías que estudiar. Esto último lo asociaría con la dicotomía entre evaluación sumativa y evaluación formativa, o a cómo cuando hice el bachillerato se evaluaba un producto final, mientras que por ejemplo en este Máster se evalúa el proceso, aunque pongo en duda la efectividad de evaluar a las ocas por la cantidad de información que se les mete por el gaznate sin que se atraganten y sin rechistar.
Respecto a la realización de pruebas que como profesor tendré que realizar, me parece interesante tener en cuenta el tema de las especificaciones para ser consciente de si mis criterios para evaluar son o no válidos. Me parecen muy útiles los puntos que Alderson nos propone en su texto Especificaciones de exámen, como son el propósito del exámen, la descripción del candidato, el nivel de la prueba, el constructo o marco de referencia teórico para el exámen, los tipos de texto y su longitud, las destrezas y elementos lingüísticos que se van a evaluar, los tipos de tareas o los criterios de evaluación. Todo ello son pautas para la evaluación que me llevan a una toma de conciencia y a la necesidad de ser metódico y estructurado, algo que para mi resulta un reto.
Dentro de lo que es esta asignatura, hay conceptos que me parecen muy repetitivos como todo lo que tiene que ver con el MCER o los descriptores, porque al final estamos hablando todo el tiempo de qué es lo que puede hacer el alumno, cómo lo puede hacer y qué recursos dispone para ello, pero con diferentes palabras. Veo necesaria la repetición porque veo necesario estandarizar procesos y contenidos, pero al final las necesidades y la situación de cada alumno es única e irrepetible, por lo que siempre va a haber algo que se te va a escurrir entre las manos. Me parece muy importante lo que he aprendido este mes acerca de la combinación de una evaluación estandarizada con una evaluación auténtica que, en parte, relaciono con la evaluación sumativa y la formativa respectivamente y que, a su vez, corresponden la una a una función social y la otra a una función pedagógica. Esta última dicotomía me parece importante porque para mi sintetiza el toma y daca entre la voluntad y la obligación, aquellos aprendizajes necesarios para sobrevivir en el medio junto a aquellos que nos alimentan el deseo y la motivación.
En general estoy tomando conciencia de lo que supone la evaluación y estoy incorporando conceptos importantes a acciones o decisiones que tomaba sin pensar, o que consideraba lógicas, y que no tienen porque serlo o pueden ser una lógica errónea. Ponerle los apellidos de fiabilidad, autenticidad, validez, impacto, practicidad o interactividad al cómo decidimos los criterios de evaluación supone distanciarse de las decisiones propias con tal de tomar perspectiva en pro de tomar decisiones lo más justas posibles a la hora de evaluar la competencia lingüística comunicativa de los alumnos. Otros conceptos sobre qué evaluamos, como la adecuación, la comprensibilidad, el registro, la coherencia, la cohesión, la precisión del significado o la corrección lingüística me ayudan a ver que "lo que no se evalúa se devalúa", por lo que veo más necesaria una evaluación rigurosa, pero que no implique rigidez, sino todo lo contrario.
Me doy cuenta de que una evaluación metódica, estructurada, transparente y flexible puede aportar algo que me parece muy importante y que es que el alumno se sienta motivado. Intentar conseguir un equilibrio entre lo que se exige socialmente y lo que el alumno puede aportar desde su voluntad y motivación me parece algo importante. El tipo de evaluación que se realice puede influir positiva o negativamente. Como ya he dicho, mi experiencia con la evaluación prácticamente nunca ha ido por muy buen camino, o ese es mi punto de vista. Pienso que el modo de evaluar puede influir muy positivamente en los alumnos pudiendo influir en su autoestima y en sus ganas de aprender. La autoestima tiene mucho que ver con hacer ver al alumno lo que es capaz de hacer y que se dé cuenta que lo que aprende, de alguna manera lo valoriza, le da valor. Esto lo escribo, pero yo todavía estoy aprendiendo a ponerme a mi en valor... No sé si es una proyección de mis carencias, pero pienso que es algo que se puede conseguir con el tipo de evaluación adecuada.
Resulta liberador aprender cosas como que
"L’avaluació no és una activitat aïllada però sí que és l’activitat que més identifica i reflecteix el treball a l’aula, ja que força a explicitar el que s’ensenya i com (digues-me què i com avalues i et diré què i com ensenyes!). L’avaluació posa al descobert l’anomenat currículum ocult del professorat i els plantejaments didàctics aparentment innovadors poden ser discutits quan s’observa què i com s’avaluen els aprenentatges promoguts. És en les propostes d’actuacions avaluatives on es reconeixen fàcilment els objectius implícits que tenia l’ensenyant, que són els que segurament va promoure de forma significativa en el procés d’ensenyament i que l’alumnat va percebre com a més importants." (Figueras, p.31)
Gracias a este planteamiento de Figueras he llegado a la conclusión de que no soy solo yo el causante de mi debacle académica cuando iba al instituto, lo cual me hace sentir más ligero respecto a la carga de culpa que llevo encima por "no haber hecho lo que tenía que hacer". Igual si desde el sistema educativo se supiera que "Un alumne està motivat quan gaudeix aprenent i sap com aprendre" (Figueras, p. 32) y se trabajara teniendo en cuenta esta máxima, muchos como yo no se hubieran sentido continuamente frustrados en su vida escolar.
Para mi la clave está en cómo aprendemos más que en qué aprendemos o cuánto aprendemos. Personalmente prefiero aprender poco y bien que mucho y mal. Esto es algo que podemos trabajar desde la evaluación y nunca lo había visto desde ahí. Pensar que el resultado forma parte intrínseca del proceso y no que es solo lo que al final vas a tener que demostrar, para mi es muy importante porque desbloquea resistencias y miedos internos como el miedo al fracaso o el miedo al triunfo, que también existe.
REFERENCIAS
Figueras, Neus. 2011. Avaluar per aprendre, avaluar per motivar, en La mirada experta: ensenyar i aprendre llengües.